A lo largo de nuestra vida, pasamos por infinidad de momentos donde el estudio y las actividades escolares se convierten en el centro de nuestro pensamiento y requieren toda nuestra dedicación. Es frecuente que estos momentos se relacionen con gran cantidad de emociones:  tristeza, enfado, alegría, culpa, satisfacción, orgullo…Debido a ello se pueden convertir en numerosos momentos en tema de preocupaciones y también de conflictos para nosotros o nuestra familia.

  Primero en la etapa del colegio, luego en el instituto, más adelante en la universidad y seguidamente en el puesto de trabajo, parece que el estudio es un área de gran peso, que todos compartimos y que nos acompaña durante buena parte de nuestra vida. Por ello, desde Áncora queremos hoy concederle un espacio especial escribiendo sobre el estudio y todo lo que ello implica y así saber más sobre este gran aliado del conocimiento y el aprendizaje.

   El éxito y rendimiento académico son  algunas de las principales preocupaciones que viven los niños y adolescentes de hoy en día y también los padres que comparten  con ellos este proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero, vayamos por partes…

   ¿Qué es estudiar? Se podría definir de múltiples maneras y explicar con numerosos ejemplos, pero, lo que sí es común a todas las definiciones, es que el estudio es una actividad de aprendizaje compleja, es una actividad sofisticada, que requiere de la puesta en marcha de todo un engranaje de piezas que se mueven conectadas entre sí, como si fuera la maquinaria de un reloj y que conlleva un esfuerzo especial, intensivo e intencional por parte del alumno o la persona que lo realiza. La actividad de estudiar implica no solo sentarse delante de un texto, memorizarlo y aprenderlo, sino que se trata de mucho más, se trata de poner en marcha ese engranaje de habilidades y recursos para que todo gire en la dirección adecuada.

   ¿Qué finalidad tiene? El estudio, tiene como finalidad que se dé el aprendizaje y adquirir conocimiento. Para ello, numerosas investigaciones nos permiten reafirmar la gran importancia que tiene para que se dé el aprendizaje la aplicación de estrategias deliberadas, de tal forma que nos podamos enfrentar con mayor posibilidad de éxito a dichas situaciones de aprendizaje. Estas estrategias son las responsables de una función primordial en todo proceso de aprendizaje, facilitar la asimilación de la información que llega del exterior a la persona, lo cual supone gestionar y monitorizar la entrada, etiquetación-categorización, almacenamiento, recuperación y salida de los datos (Moreno, 1990).

Por lo tanto, es importante dominar las estrategias de aprendizaje, emplear un método de estudio y realizar un trabajo intelectual adecuado que nos permitirán llegar a gozar de un buen rendimiento académico y, no solo eso, sino también, poder extrapolar ese modo de hacer a otras áreas de aprendizaje de nuestra vida.

   Enlazando con el título de nuestro artículo, aprender a estudiar es aprender a aprender, quiere decir, enfrentarse al estudio de forma comprensiva y no meramente repetitiva y ello requiere concentrarse, analizar, sintetizar, memorizar, expresar… Requiere poder elaborar una serie de ideas, relacionar unos conceptos con otros, seleccionar la información más relevante y organizarla, establecer objetivos, planificar las actividades y distribuir el tiempo, manejar la información y saber usarla, tener un dominio de la lectura y de las distintas habilidades cognitivas que se requieren. Pero también entran en juego en el estudio variables afectivas y motivadoras, como son el autorrefuerzo, la autoevaluación, la exigencia personal, la motivación, la implicación, o las expectativas. Todo ello muy valorado también en nuestra sociedad, y que de manera más o menos directa se nos exige para poder alcanzar los objetivos que se nos plantean y que nosotros mismos nos proponemos. Hernández y García (1991) nos ayudan a reflexionar diciéndonos, “El problema está en que es más fácil acumular que construir. Hoy, todavía sigue siendo válido aquello de Montaigne «vale más una cabeza bien hecha que una cabeza bien llena »”. Valioso mensaje el que nos dejan estos autores, que nos invitan a pensar en lo que escribíamos en líneas anteriores, en el que estudiar no es acumular, ni memorizar sin sentido alguno, ni llenar la cabeza con cada vez más conceptos que se complican, sino que estudiar es construir elementos ordenados en la cabeza, es aprender el conocimiento de tal forma que más adelante podamos disponer de él, adaptarlo y manejarlo para crear un conocimiento nuevo, es emplear un tiempo en ir construyendo sobre cimientos bien anclados y seguros.

   La actividad de estudiar es solo una de las piezas que conforman el rendimiento académico de una persona. En el pasado, el rendimiento académico se consideró que dependía exclusivamente de la voluntad e inteligencia que tenía el alumno para el desempeño de determinadas prácticas académicas. Este pensamiento es considerado reduccionista y simplista, ya que otorgar como único responsable de un buen rendimiento académico a la variable inteligencia, hoy en día está ya algo desfasado.

   En la actualidad, el término rendimiento académico ha sido de gran interés de estudio y abarca una descripción mucho más amplia y perfeccionada. Hoy en día en el rendimiento académico de una persona depende de otros factores, además de la inteligencia, como son, las características del estudiante (edad, conocimientos, aptitudes, motivación al logro, capacidades, experiencia en la tarea, nivel de ansiedad, interés…) y también las características propias de la materia. Estos factores intervendrán de manera directa en el rendimiento académico y hemos de tenerlos presentes para nuestro éxito educativo. Por lo tanto, emplear un método eficaz de trabajo aumentará la motivación del alumno. Conocer y aplicar técnicas de estudio y trabajo intelectual contribuirán a desarrollar no solo el rendimiento académico, sino también la propia capacidad de aprendizaje.

   Algunas veces es mucha la presión que se vive con el estudio: puede ser que nuestra situación familiar nos dificulta la concentración, que tengamos preocupaciones, o simplemente sabemos qué tenemos que hacer, pero no cómo, por lo que el tiempo de estudio puede no ser una tarea fácil, o no todo lo motivadora que nos gustaría. Cada persona es su mejor conocedor por lo que puede adaptar determinadas técnicas generales a su uso individual y darle mayor riqueza y eficacia a su forma de enfrentarse al estudio. Cada uno debe construir un hábito de estudio personal de calidad que exprima todo su potencial y le impulse a llegar hasta sus retos.

   Hemos de tener presente que las habilidades y destrezas propias del estudio, como cualquier otra habilidad, deben ser entrenadas y desarrolladas y para ello hay que practicar y estar abiertos a mejorar poco a poco. A nuestro cerebro hay que entrenarlo y las capacidades se han de ir construyendo, por lo que es posible mejorar y superarse. Como cualquier hábito y modo de hacer hemos de aprenderlo, sentirnos cómodo con él, ponerlo en práctica, consolidarlo y poderlo generalizar a más contextos de aprendizaje. Hemos de entender el estudio y el proceso de aprendizaje como un continuo que comienza en el aula, o en la universidad y se prolonga y continúa hasta que se garantice una adecuada comprensión y asimilación de información a medio y largo plazo.

   Hasta ahora hemos hablado de qué es el estudio, de qué implica saber estudiar, y de la importancia de establecer tu método de estudio. Pero, hay un aspecto muy importante que no podemos perder de vista y que ya hemos mencionado. La motivación. La palabra motivación viene del latín y significa “para promover”. Su propio nombre nos da la clave, la motivación es movimiento, es impulso, es la forma en que nos sentimos emocionalmente y que provocan la conducta.

   La motivación es el concepto que puede luchar contra una de las barreras que tiene el estudio:para muchos estudiantes el estudio es calificado como aburrido, sobre todo en las etapas más tempranas, como son en el colegio y en el instituto. Este es un tema importante, ya que gran parte de nuestro éxito a la hora de estudiar depende, como hemos visto, de la motivación y de la implicación que tengamos. Para pensar en la motivación os animamos a que reflexionéis sobre el famoso dicho , “querer es poder”. Seguramente a mucho de nosotros nos vendrían a la cabeza frases tales como; “ya, pero yo quiero y no puedo” o “yo no quiero aprender raíces cuadradas y tengo que poder”, así, más frases que ahogan nuestra motivación y destruyen totalmente el dicho “querer es poder”.

   Pero nosotros queremos plantear dos aliados para aumentar y movilizar nuestra motivación e implicación, Poder y Querer. Para poder, hemos de potenciar nuestras aptitudes, destrezas y habilidades, encontrar ese cómo para poder afrontar nuestro objetivo, aspectos de los que hemos hablado en líneas anteriores. Y para querer, hemos de generar una nueva manera de avanzar, encontrar la fórmula en donde el estudio se convierta en un proceso creativo, lúdico, donde se sugieren problemas, se establecen metas, se organizan caminos y donde nosotros somos los generadores de todo el proceso y ello derivará en una mayor satisfacción y un mejor rendimiento (Hernández y García, 1991)

    En definitiva, enfrentarse al estudio reúne importantes aspectos que hemos querido recoger en estas líneas con el objetivo de movilizar a estudiantes, familia y profesionales a que contemplen el estudio como algo más rico y amplio que la mera acumulación de conocimientos. Tomar el estudio como una oportunidad para experimentar, generar cambios que te motiven y apostar por un estudio donde no aprendemos dejándonos llevar sino que nosotros mismos dirijamos nuestro propio proceso de aprendizaje.  

   ¡Aprende a mejorar y optimizar tu tiempo, potencia tus capacidades y apuesta por un estudio de calidad! Con esta exclamación, desde ÁNCORA Gabinete de Psicología, te invitamos como estudiante o como padre a que busques y uses nuevos modo de enfrentarte al estudio, siempre de la mano de unas técnicas y lo adaptes a ti para poder generar un método para tu día a día . Te invitamos a que innoves, a que pruebes o que observes y experimentes para pasar de lo monótono a crear algo tuyo. Cerramos nuestro artículo recordando el lema de Montaigne que nos traslada el no perder de vista  la importancia de tener el poder de pensar, razonar, relacionar, organizar, observar y contrastar, en definitiva, el poder de manejar la información con calidad en el que muevas tu engranaje de estudio en la dirección correcta gracias a tu propia motivación e ilusión. Como dijo Aristóteles “la inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica.”