Si algo tienen en común todas las personas con trastorno obsesivo-compulsivo es el gran malestar que sufren en su vida cotidiana. En muchas ocasiones el paciente intenta que nadie se entere y trata de esconder su problema a los demás; como consecuencia de esto muchas veces  se hace todo aún más duro. Creen que no les van a comprender, que van a pensar que es una tontería o que están “locos”. Por todo esto el paciente sufre el inmenso malestar del propio trastorno y también el de tratar de ocultarlo.

Las consecuencias emocionales son muy intensas. Además de la ansiedad propia del trastorno, en función de la persona y del tipo de obsesión, aparecen otras emociones dañinas como comentábamos anteriormente: la desesperación, la frustración, el miedo, la vergüenza e incluso la culpa.

Nos gustaría destacar el papel de la culpa por dos motivos. En primer lugar, los pacientes con TOC creen que son responsables y se sienten culpables de sus pensamientos cuando, en realidad, estos  se producen de manera automática. En segundo lugar se encuentra el contenido mismo de las obsesiones que, en algunos casos puede llegar a ser muy molesto. Las más intensas suelen ir en contra de las normas y valores del que las sufre, por eso se entiende que, cuando una persona provoca daño a otras o infringe una norma moral interna, aparezca  la sensación de culpa. Un ejemplo de esto es el de aquellos padres que no pueden quitarse de la cabeza la idea de hacer daño a sus hijos. Este pensamiento hace que se sientan terriblemente culpables y que se vean como las peores personas y padres del mundo.

La culpa lleva al paciente a comprobar continuamente si está teniendo estos pensamientos, agravando así la frecuencia de aparición de las obsesiones. La calidad de vida de estas personas se ve deteriorada, están luchando constantemente consigo mismas y esto las afecta a nivel personal y en sus relaciones con los demás.

El objetivo de esta entrada es concienciar  al entorno de los pacientes con TOC del sufrimiento con el que estos tienen que lidiar en su día a día. Los problemas en las relaciones interpersonales pueden suponer un agravamiento de este malestar, mientras que un adecuado apoyo social se convierte en un importante factor amortiguador.