Tras ser invitados a la XIII Jornada sobre Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), organizada por la Fundación Educación Activa, nos gustaría ofrecer información sobre este problema y las repercusiones que conlleva tanto en la persona que lo padece como en su entorno.

El TDAH parece un problema novedoso, sin embargo tiene historia y existen publicaciones desde 1775.

Actualmente está definido como un trastorno del neurodesarrollo (DSM-5) que afecta tanto a niños como adultos de todas las culturas. Se estima que aproximadamente uno de cada veinte niños o adolescentes en Europa tienen TDAH, persistiendo en muchos de ellos durante la etapa adulta.

Es un problema de origen biológico aunque existen otros factores como beber alcohol durante el embarazo, estrés, separaciones o divorcios, las características afectivas de la familia…, que si son negativos pueden agravar el TDAH aunque no son causas suficientes para producirlo.

¿Cómo es un niño con TDAH?: son niños con unas determinadas características neurobiológicas que afectan de manera directa a su conducta y rendimiento. Etiquetados o conocidos en su entorno muchas veces como maleducados, vagos, mentirosos o desobedientes. Es frecuente oír a los padres referir frases como “si se esforzara más.. si él quisiera…, no estudia…, no se preocupa…” cuando en realidad tienen una dificultad que les impide actuar como les gustaría. El niño con TDAH no miente porque sí, lo que ocurre es que su conducta suele acarrear castigos y él puede mentir para evitarlos, al igual que lo hacen otros niños.

Gracias a los avances en neuroimagen, estudios funcionales e investigaciones se ha podido observar que el cerebro del niño con TDAH madura de forma más lenta, por lo que muchas veces en el colegio con determinadas tareas les estamos pidiendo algo para lo cual su cerebro aún puede no estar preparado. Se observa que en aquellos que persiste el trastorno en la edad adulta persiste también este déficit de maduración, existiendo una diferencia muy marcada entre los que nunca han tenido TDAH y los que lo tienen a lo largo de la vida (problemas conductuales y académicos en edad escolar, mala adaptación social, baja autoestima, lesiones o posibles accidentes en la adolescencia y en la edad adulta problemas en las relaciones de pareja, y dificultades en la educación o para la búsqueda y el mantenimiento del empleo…).

Además suelen presentar mucha inestabilidad emocional. Se suelen encontrar cada vez más desmotivados, intentan muchas estrategias pero sienten que nada les funciona y a medida que avanzan hacia la adolescencia se sienten más incomprendidos, frustrados y sin capacidad para controlar lo que les pasa. Cualquier cosa que realizan conlleva malos entendidos y sufrimiento diario tanto en casa como en el colegio, “se que lo tengo que hacer pero hay algo dentro de mi que me impide hacerlo y no me pongo”. Pierden oportunidades y suelen terminar con malas relaciones en el ámbito familiar, académico y social.

Son niños inmaduros, con baja autoestima y tolerancia a la frustración y muy penalizados socialmente. Perciben muchas situaciones de injusticia hacia ellos que por su impulsividad no son capaces de regular. No les invitan a cumpleaños, fiestas… y los compañeros hablan de ellos cuando no están presentes. Tienen una “etiqueta” muy difícil de desmontar.

Para mejorar su calidad de vida y bienestar psicológico necesitan consecuencias y refuerzos más inmediatos y frecuentes y será muy importante trabajar con ellos a nivel emocional.

Por todo esto es clave y esencial la detección del TDAH, puesto que detectar a tiempo implica aumentar las posibilidades de éxito del tratamiento y reducir la aparición de otros problemas asociados.

Normalmente son tres agentes principales los que suelen detectar el TDAH: la escuela, la familia y el pediatra. Puede ayudarnos observar determinadas características según los periodos escolares:

  • Preescolar e inicio de primaria (3-6 años): lo más habitual son los problemas de conducta, teniendo problemas de comportamiento serios en el colegio o la escuela infantil.
  • Primaria (6-11 años): se caracteriza no tanto por problemas de conducta, sino por bajo rendimiento escolar.
  • Secundaria (12-16 años): es un perfil que pasa más desapercibido y es más difícil de detectar, ya que los comportamientos problemáticos se tienden a atribuir a la edad. En esta etapa la convivencia familiar puede llegar a ser muy conflictiva.

Hoy en día existen tratamientos eficaces y seguros a lo largo de la vida. El mejor tratamiento será atenderles desde la psicoeducación, la psicología y la medicación en el caso de necesitarla (puesto que si hay un problema de conducta el tratamiento farmacológico solo no va a funcionar).

Pese a toda la información que existe actualmente sobre el tema, muchas veces las personas con este problema no reciben un diagnóstico y tratamiento adecuados. Por ello es tan importante la detección a tiempo. Te animamos a que escribas en nuestro blog y compartas tu experiencia o las de personas conocidas y a que escribas sugerencias sobre qué os gustaría saber. Próximamente  seguiremos viendo pautas sobre cómo abordar este problema.